Hoy recordamos a Jean Jacques Rousseau
Escritor, filósofo, botánico, naturalista y músico de la ilustración, toda una polímata que nos habla de la educación moral, nos hace una breve exposición de la naturaleza y las finalidades de las pasiones.
Rousseau nació un 28 de junio de 1712 en Ginebra, Suiza, y murió en Francia un 2 de julio de 1778, debido a un paro cardiaco. Es definido como un ilustrado a pesar de las contradicciones que lo separaron de los principales representantes del movimiento llamado "Los ilustrados".
Sus ideas políticas influyeron en gran medida en la Revolución francesa, el desarrollo de las teorías republicanas y el crecimiento del nacionalismo.
El expresa que las pasiones naturales son muy limitadas, pero estas se ven modificadas por las opiniones y los prejuicios sociales. El origen y principio natural de las pasiones es el amor de sí mismo. Él es un creyente de que del amor surge la benevolencia hacia los que nos rodean; al ampliarse las relaciones con los demás aparecen las compasiones y preferencias, y a la preferencia por alguien va unido el deseo de ser preferido por él.
Nace en los humanos el amor propio, el odio, la venganza, el engaño.
El pensamiento de Rousseau es un tanto difícil y paradójico. Si las pasiones malas no vienen de la naturaleza, vienen entonces de la sociedad. Rousseau advierte que se deben conocer ambas pasiones para prepararse a la vida en sociedad. Frenar la imaginación es la tarea esencial para la educación de las pasiones. Los errores de la imaginación convierten a las pasiones en vicios, de ahí la necesidad de saber cuáles son las verdaderas relaciones del hombre consigo mismo y con los demás.
Recomienda procurar también inculcar el sentimiento de la amistad y la piedad. Acerca de la piedad enuncia Rousseau 3 máximas:
- No es propio del corazón humano ponerse en lugar de aquellos que son más felices que nosotros, sino sólo de aquellos que hemos de compadecer.
- Solo se lloran los males ajenos de los que nosotros no nos consideramos ajenos.
- La piedad que se siente por el mal ajeno no se mide por la entidad del mal en cuestión, sino por el sentimiento dirigido al que lo sufre.
Otros medios para evitar la educación de las pasiones son evitar la comparación y la emulación.
La posición de Rousseau acerca de la educación de las mujeres marca el inicio de un largo debate que se ha prolongado incluso hasta el presente. El argumento central del Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad entre los hombres de Rousseau es el siguiente:
"En lo que tienen en común, son iguales. En lo que difieren, no son comparables. Una mujer perfecta y un hombre perfecto no deben parecerse entre sí mismos en la mente más que lo son en apariencia, la perfección no es susceptible de más o menos. En la unión de los sexos cada uno contribuye por igual al objetivo común, pero no de la misma manera. De esta diversidad surge la primera diferencia asignable en las relaciones morales de los dos sexos".
Se ha aducido que aunque la apertura "en lo que ellos tienen en común, son iguales" ofrece una interesante posibilidad para las mujeres, Rousseau no la explora. Para él, las diferencias sexuales son mayores que las similitudes y el balance se inclina en favor del hombre: la mujer debe ser "pasiva y débil", "pone poca resistencia" y son "hechas especialmente para complacer al hombre". Se ha aducido que, aun cuando aceptemos tales sugerencias como correctas, no nos dice nada acerca del tema central de la obra: educación. Aún si aceptamos que hombres y mujeres no deben parecerse en la mente, la posición no establece cuál debe ser la educación de las mujeres. Después de todo, tienen por lo menos una parte importante en la educación de sus hijos pero no lo establece específicamente como tampoco cuales serían las diferencias entre la educación de ambos sexos.
De aquí se deduce que en esta parte el sistema de su educación, debe ser contrario al nuestro; la opinión es el sepulcro de la virtud para los hombres, y para las mujeres es su trono. La buena constitución de los hijos depende de la de las madres; del esmero de las mujeres depende la educación primera de los hombres; también de las mujeres dependen sus costumbres, sus pasiones, sus gustos, sus deleites, su propia felicidad. De manera que la educación de las mujeres debe estar en relación con la de los hombres. Agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar de ellos, educarlos cuando niños, cuidarlos cuando mayores, aconsejarlos, consolarlos y hacerles grata y suave la vida son las obligaciones de las mujeres en todos los tiempos, y esto es lo que desde su niñez se las debe enseñar. En tanto no alcancemos este principio, nos desviaremos de la meta, y todos los preceptos que les demos no servirán de ningún provecho para su felicidad ni para la nuestra.
Por otra parte, Rousseau sugiere que los padres en general y las madres en particular deben participar en la educación de sus hijos en lugar de tutores o profesores privados, como era la costumbre.
Habría que opinan las mujeres en la actualidad de la postura de Rousseau, filósofo del siglo 18, al que reconocemos hoy como un pensador que sigue siendo admirado por su inteligencia y capacidad en las diferentes áreas de el arte y las ciencias.
Psicóloga: Sara Campos C.
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