El proceso del duelo
Vivir ofrece una certeza: la muerte. La sociedad moderna evita la reflexión en torno a este tema. ¿Qué le acontece al hombre cuando muere? ¿Cuáles son los pensamientos, miedos, dudas del moribundo? La muerte, tema central de la vida del hombre, fue desde siempre preocupación para quien se sabe finito y quiere explicar este fenómeno. En torno a ello hay un pensamiento mágico, mítico, religioso y científico.
La medicina ingresa en una nueva etapa que tendrá como característica, tanto el desarrollo científico como el humanístico. La medicina se interesó por el acto de morir y lo que conlleva a partir de los años cuarenta, cuando esta disciplina inició su construcción científica y, por vez primera, se diagnosticaron y curaron enfermedades en forma sistemática. A partir de ese momento los enfermos acudieron en forma creciente a los hospitales; con ello cambio gradualmente el lugar donde se alivian y el lugar donde se mueren. Antaño se nacía y moría en casa; hoy, nacer y morir son actos que se realizan en un hospital, el morir es asunto que interesa a los médicos, a los artistas, filósofos y religiosos, pero poco a poco se ha ido estudiando este fenómeno desde el punto de vista psicológico, nació la Tanatología.
La psicología y la psiquiatría realizan estudios, corrientes de pensamientos y diversas terapias en torno al tema de la muerte, de cómo afecta esta y el proceso de morir, tanto al paciente moribundo, como a los familiares.
Algunos autores en 1972 describieron las formas en que suele conceptualizarse la muerte:
1.- Impersonal: se refiere al distanciamiento emocional con que recibimos la noticia del fallecimiento de seres lejanos en el tiempo y en el espacio.
2.- Interpersonal: tiene que ver con el deceso de un ser cercano, a quien conocemos o queremos.
3.- Intrapersonal: es la confrontación individual con la propia muerte. Freud señalaba “En el fondo no hay nadie que crea en su propia muerte”. En efecto todo ser humano descree de su muerte, rechaza la idea. Una forma de no pensar en la muerte es, por un lado, negarla; por otro alegrarse de que el muerto no sea uno.
La ira es más común de lo esperado en los familiares y personas cercanas a un moribundo; emoción que puede originarse en la impotencia ante una realidad existencial, en este caso, la enfermedad y muerte. Otra manifestación inconsciente de este sentimiento consiste en culpar al muerto de abandono, de dejar solos a los vivos, como si la muerte fuera un acto voluntario del difunto; así, con frecuencia escuchas a los familiares del difunto decir “no te vayas, no me dejes”. El moribundo puede sentir ira contra el mundo por no tomarlo suficientemente en cuenta.
La depresión es una muerte en vida, desde la antigüedad clásica, literatos y médicos han conocido y relatado este hecho, Robert Burton, la padeció y escribió el libro “Anatomía de la melancolía” en el siglo XVll, en nuestra época Styron relata algo parecido en su libro “Esa visible oscuridad”. Las personas viven en tedio a veces insoportable, les parece imposible poder vivir así la vida, sufren de insomnio, de angustia y pesimismo. Sienten o creen enfermarse casi de todo y se desaniman y temen pero a la vez buscan la muerte. Las personas interesadas en tal dolencia (la depresión) debe leer literatura médica y no médica al respecto.
La preocupación por lo económico: aquí se observan varios enfoques, el del paciente que deja un testamento o a veces no lo deja y quizá no tenga nada que dejar y la preocupación o interés de la familia por los bienes heredados o a repartir. A veces se considera a la persona como un proveedor y no como un ser humano. Se pasó la vida trabajando y piensa…. ¿Para qué si voy a morir y no me lo llevó? O ¿Para quién que en realidad lo aprecie y lo merezca? Recordemos que la muerte no perdona ni al rico, ni al pobre.
La vida como compromiso: debemos asumir un compromiso en esta vida y así nunca llegar a sentir lástima por nosotros mismos a la hora de morir por ser una víctima más y acabar sintiendo lástima por sí mismo por “Una vida no vivida”.
El dolor en la vida, “Las dolencias del cuerpo existen para aminorar las dolencias del alma” hay quien ve la vida “Transformada en un dolor continuo” “Y él se quedaba solo, con la consciencia de que su vida estaba enferma de veneno, de que envenenaba la vida de quienes le rodeaban y de que esto, lejos de debilitarse, penetraba más y más en todo su ser. “Doliente en vida, es un doliente de la vida”. El miedo al dolor, es el temor más frecuente entre los pacientes y sus familiares quienes señalan no tenerle miedo a la muerte sino al dolor. La presencia del dolor, ubica a los enfermos es su única y verdadera realidad.
El paciente se pregunta ¿Por qué a mí? ¿Por qué yo? Y a veces es su dolor, culpan a Dios y a los médicos por su incapacidad para curarlos y culpan al mundo por no sufrir por ellos o con ellos.
¿Cuánto dolor les ocasiona la muerte de todo lo vivido? El saber: “Cuando yo muera, todo morirá conmigo” en realidad el médico se convierte en la mejor terapia para curar el dolor, al ejercer una actitud humana de comprensión respecto al sufrimiento y dolor ajenos. Aquí cabe mencionar la mejoría notable que se observa con la administración de antidepresivos.
El temor a la muerte: Se dice “Que teme a la muerte quien teme a la vida” se tiene temor a vivir, temor a enfermarse, temor al fracaso, temor a no ser amado, temor a morir, temor o miedo a que va a pasar al morir y luego a donde voy a ir? ¿O en realidad ahí acabo todo?
Tenemos a una muerte muy poco digna, pero existe un miedo mayor: El de expirar solo y abandonado. Es importante para el moribundo sentirse acompañado, el calor humano vivifica al que muere mientras que la soledad acentúa el dolor por despedirse de la vida, el enfermo a veces quisiera sentirse ya libre de esa enfermedad y dejar libres de ese dolor a sus familiares.
Los que no han vivido se aferran a la vida, en cambio, aquellos que han cumplido a plenitud, están satisfechos y aceptan su final. También hay quien ve la muerte con naturalidad: Son personas que se les ha enseñado que la vida se vive una vez y que vamos de paso, que nacemos para vivir y luego morir. Todo tiene un ciclo, somos comparados con la eternidad, hoy somos y estamos y mañana no y la vida sigue. Se nos enseña que ante el desprendimiento del ser amado hay dolor, vacío, nostalgia y necesidad de su compañía, pero sabemos que somos finitos, humanos, “mortales”. Lo mejor es demostrarles a las personas y familiares el amor en vida y vivir con la conciencia de que por muy larga que se vea, la vida es corta y hay que vivirla de la mejor manera y con plenitud.
Se dice “El hombre muere como ha vivido” o “cómo es la vida es la muerte”. Pensamos a veces: ¿Tuvo sentido la vida? “Lo único seguro en la vida es la muerte”, León Tolstói en su libro “La muerte de Ivan Ilich” (1886), declara muerto a los cuarenta y cinco años a un hombre que vivió muerto los cuarenta y cinco años. Como él, a diario encontramos cadáveres deambulando a nuestro lado. La aceptación sana de la muerte ahorra mucho dolor; el rechazo insano de este fenómeno, inherente a la vida, conduce a un sufrimiento patológico.
Fases por las que atraviesas los enfermos al enfrentar un diagnóstico de muerte: Negación y aislamiento, ira, pacto, depresión y aceptación (pueden haber variaciones).
a) Negación y aislamiento. En esta etapa no se capta la magnitud o detalles de la noticia, pueden presentarse regresiones infantiles, rechazo a confrontar la realidad, luego soledad y descontento.
b) Ira y rabia como segunda etapa, rabia por la impotencia y la desesperanza al enfrentar la inevitabilidad de la muerte, cólera o enojo en el paciente y en los seres queridos.
c) Pacto, se trata de establecer un convenio para vivir un poco más y sin dolor.
d) Depresión, sobre todo como afectación psíquica provocada por una enfermedad terminal.
e) Aceptación de la muerte. El paciente fatigado de luchar, contempla su próximo fin con tranquilidad, es entonces cuando la familia requiere más apoyo que el doliente. En el moribundo se dan múltiples cambios fisiopatológicos, tales como la liberación de endorfinas (morfina natural producida por el propio cerebro), modificación en la concentración de prostaglandinas, fenómenos vasomotores, y el paciente en sus momentos finales no sufre como nosotros pensamos.
Algunos aseveran que es deseable prolongar la vida humana al máximo posible siempre y cuando sea de buena calidad. Para la terapia de preparación o apoyo en cuanto a la muerte, se pueden utilizar distintas técnicas, médicas, psiquiátricas, psicoanalíticas, logoterapia, psicológicas y de apoyo, etc. Es recomendable atender al paciente hasta el último momento y luego proporcionar ayuda en la elaboración del duelo a los familiares.
PSIC. SARA L. CAMPOS CHAVOLLA. TORRE MEDICA #1110 2DO PISO SALA A
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