La Semana Santa nos incita a renacer con Jesús

La Semana Santa nos incita a renacer con Jesús
Foto: Gerd Altmann en Pixabay

En Semana Santa los valores como el amor, la resurrección, la confianza, la solidaridad se hacen muy presentes y sirven de fuente de inspiración para renovar nuestro mundo psicológico y emocional.

En la Semana Santa del cristianismo, muy especialmente en el denominado “Triduo Pascual” que comprende los tres días en que se celebran la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, se desarrollan actos litúrgicos y se comparten mensajes religiosos con mucho significado. Estos rituales, tradiciones y plegarias, hacen referencia a grandes valores, virtudes e ideas universales de la humanidad que están presentes en las grandes corrientes filosóficas, morales y espirituales, y que sirven de guía para llevar una vida más plena, positiva y feliz. Nos ayudan a tomar conciencia y a tener más presentes una serie de claves que dan sentido a nuestra vida y nos ayudan a vivirla mejor, válidas para los cristianos y para todas aquellas personas deseosas del bien para ellas mismas y los demás.

He elegido algunos conceptos y valores reflejados en distintos episodios y enseñanzas de la vida de Jesús y en algunos rituales litúrgicos como punto de partida, para hacer una serie de reflexiones que pueden servir de inspiración para alegrar y enriquecer nuestra existencia. Cristo celebra durante la Última Cena, aquella reunión y despedida dramática, la nueva alianza con sus apóstoles a quienes les entrega el mandamiento mayor de los cristianos: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Desde nuestro corazón, podemos permitir que la bondad amorosa irradie también hacia el exterior y dirigirla hacia nuestros seres queridos, familiares, a cualquier persona o grupo de seres, y al planeta. También durante la Última Cena, las Escrituras indican que Pedro, Santiago y Juan escuchan esta oración de Jesús: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”, esto en referencia a su muerte, en un acto de obediencia, de conformación. La aceptación de nosotros mismos y de nuestras circunstancias, consiste en desarrollar una manera de pensar empírica y lógica, que puede conducir a un cambio real en nuestra existencia y desarrollar la tolerancia y también la capacidad de sobreponernos a las adversidades. Para ser optimista en medio de la crisis, hemos de ser solidarios e imitar las actitudes positivas que vemos en otros frente a la adversidad.

El Sábado Santo, junto a la tumba de su hijo, vela María, con dolor, pero callada. En medio de la decepción de muchos destaca en ella la confianza inquebrantable y la fuerza de saber esperar, alimentadas por el amor incondicional. En la noche del Sábado Santo, se celebra la solemne Vigilia Pascual, en la que se anuncia la resurrección de Cristo, su victoria definitiva sobre la muerte y una llamada a ser hombres nuevos. A lo largo de nuestra vida, atravesamos distintos ciclos y etapas adversas, que pueden compararse con sucesivos partos: ya que producen dolor en el momento, pero dan origen a una nueva vida. Los que nacemos, o más exactamente volvemos a nacer, somos nosotros mismos, al emerger más maduros y sabios de cada crisis.

Cuando se habla del sentido de la Semana Santa, muchas personas la asocian con sufrimiento, muerte, la pasión, las procesiones. Pero este no es el verdadero sentido de la Semana Santa en el sentido bíblico. Todo esto lo podemos captar con los ojos físicos, pero no su significado, ni su poderoso contenido. Si la Semana Santa para nosotros tiene que ver con sufrimiento, dolor, sangre, tortura, muerte, creo que no hemos captado el verdadero significado. La semana santa nos sirve para recordar la obra de Jesucristo en la cruz, pero muchos se empeñan en celebrar y recordar la obra de la cruz.

Es verdad que Jesús fue azotado, maltratado y clavado en una cruz. Le atravesaron el costado con una lanza y murió crucificado. Todo eso solo estaba ocurriendo en el plano físico, pero en el plano espiritual estaba ocurriendo algo totalmente distinto que nada tiene que ver con el sufrimiento, con el dolor, con la sangre y mucho menos con la muerte. Jesús, cuando estando clavado en la cruz dijo: Consumado es porque en el plano humano nada se había consumado. En realidad, en el espiritual Jesús estaba viendo gozo, paz, liberación y sobre todo victoria sobre la muerte y el pecado. Cuando en la tierra todo era desolación, dolor y muerte, en el cielo había una gran celebración por la victoria obtenida por Jesucristo sobre el reino de las tinieblas y de la muerte.

Nos quedamos con lo que ven nuestros ojos y con lo que nuestras emociones perciben sobre el sufrimiento de cristo y entonces cada año tratamos de reproducir este mismo dolor y sufrimiento hasta el punto de que si no lo logramos nos sentimos culpables. Si nos quedamos con ese enfoque, es como si cada año crucificásemos al señor en lugar de estar celebrando su victoria sobre el pecado y la muerte. La biblia nos habla claramente de que eso no debe ser así. Nos dice que no debemos crucificar a cristo cada año, que eso ya ocurrió una vez y ese único sacrificio es válido para siempre. Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos y aparecerá por segunda vez sin relación al pecado, para salvar a los que le esperan.

Al acercarnos a Dios, debemos usar nuestra mente e inteligencia, tratar de entender la palabra de Dios y las enseñanzas de Cristo. En parte nos acercamos a través de las emociones, tratando de sentir como Jesús, como los discípulos o como los personajes bíblicos se sentían. Ellos vivían situaciones que enfrentaban y trataron de cumplir y practicar la voluntad de Dios en el plano humano. Hay que ir más allá de nuestros sentidos, de nuestras capacidades y elevarnos al nivel espiritual. La sangre, el dolor, el sufrimiento, etc.etc. no pertenecen a la fe porque son las cosas que vemos por lo tanto pertenecen al plano de la realidad.

Lo que si pertenece al plano de la fe y del espíritu son las cosas que estaban ocurriendo en el nivel espiritual porque son cosas que, aunque no las vemos, si podemos apropiarnos de ellas por la fe. Por la fe podemos saber que mientras Jesucristo estaba muriendo en la cruz, en el mundo espiritual estaba ganando la batalla más importante de toda la historia. Durante la semana santa, celebremos lo que de verdad es importante, decisivo y determinante para toda la humanidad.

De no hacerlo así, sería como si año tras año celebráramos el sufrimiento de las contracciones, los mareos, los vómitos, los dolores de parto, en lugar de celebrar el nacimiento del bebé. Es como si el equipo celebrara las lesiones, los entrenamientos, el cansancio, el sudor, las tarjetas amarillas y rojas, en lugar de celebrar el título de liga que ha ganado.

En el caso de la semana santa lo más importante es el propósito por el cual Jesús murió en la cruz. El propósito que hizo que Jesús estuviera dispuesto a pagar tan alto precio. El objetivo de Jesucristo no era sufrir y morir, su misión verdadera y su único deseo era pagar el precio del pecado para que todo aquel que le reconociera como Señor y Salvador, no fuera condenado eternamente y pudiera vivir una vida libre del pecado y de la muerte

Que estas Pascuas aún en confinamiento, sean diferentes a todas las anteriores y que abramos la puerta de de nuestro corazón permitiéndole a Jesús ser parte de nuestra vida, para festejar una verdadera Semana Santa.

PSIC. SARA L. CAMPOS CHAVOLLA

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