El agotamiento emocional que nos aqueja, es perturbador
Seguramente a estas alturas del confinamiento, ya muchos de nosotros nos sentimos desgastados, cansados, la inquietud no termina y la amenaza de la COVID19 sigue latente. ¿Cuándo se terminará esta pesadilla? No cabe duda que cada día se han ido implementando medidas para evitar los contagios, las personas actuamos con más responsabilidad y la ciencia médica ha ido avanzando en el conocimiento y manejo de este virus que nos trajo una pandemia a la cual queremos terminar de combatir y creemos que con la vacunación paulatina, lo lograremos. Vivimos aún con la zozobra y algunos hasta adelantan su momento de vacunación esperando protegerse de esta amenaza que ha cobrado tantas vidas y ha dejado daños en la salud de otras más. Todo lo anterior, nos ha costado un año de parálisis en tantos rubros puesto que nos alejó del funcionamiento habitual de nuestra vida y las actividades que realizábamos día a día.
Ya estamos agotados, nuestra salud mental se ha alterado, hemos vivido, angustia, estrés, ansiedad, preocupación y hasta depresión. Nos sentimos aburridos o aislados trabajando desde la casa o encerrados y aislados en una oficina, la convivencia es limitada y nuestro trato social muy escaso. Los estudiantes extrañan su clase presencial y la convivencia que daba sentido a ese momento de llegar a las escuelas, a las aulas y tratar a los maestros, así como a los compañeros de clase o amigos. Los familiares conviven con temor a contagiarse o a ser portadores y transmisores del coronavirus. Estamos alertas a cualquier síntoma que nos indique una posible gripa, las señales de una tos seca; olemos y saboreamos los alimentos probando tener nuestros sentidos funcionando. Un dolor de cabeza y nos alarmamos, nos medimos la oxigenación con la esperanza de que el aire tan preciado, ahora más que nunca, entre a nuestro organismo y podamos respirar con normalidad.
Además del peso psicológico que representa todo lo anterior. cargamos con la responsabilidad de asumir conflictos, obligaciones o estímulos de tipo emocional o cognitivo.
Al agotamiento emocional ha llevado todo un proceso de incubación lenta, hasta que llega un punto en que la persona se desploma. Ese quiebre lo sumerge en la desesperación, la depresión profunda o la enfermedad crónica. Se produce un colapso en la vida de las personas, porque literalmente ya no aguantamos más.
Entendemos que el agotamiento emocional se experimenta como cansancio mental que va acompañado de una gran fatiga física. Nos invade una sensación de pesadez, de imposibilidad de seguir adelante. Se cae entonces en una inercia de la que es difícil salir. Ya fue mucho aguantar, ya muchos negocios cerraron, la gente se quedó sin empleo o le redujeron el sueldo. El fantasma del fracaso y de la frustración nos imposibilitan en muchos momentos poder pensar con claridad. El temor, la ira, la impotencia y las carencias económicas vuelven a muchas personas irritables y a otras explosivas. El mal humor es con nosotros y con los demás.
El agotamiento emocional se origina porque hay un desbalance entre lo que damos y lo que recibimos. Quienes son víctimas de este se caracterizan porque entregan todo lo que pueden de sí mismos, bien sea en el trabajo, en el hogar, en la pareja o en cualquier terreno. Sentimos una gran exigencia, que, a su vez, aparentemente, demanda grandes sacrificios. Por ejemplo, en un trabajo en el que hay alto riesgo de despido. O en un hogar cuyos miembros están llenos de problemas y demandan atención. También cuando tenemos una pareja conflictiva o con graves dificultades.
La persona agotada carece de tiempo para sí misma. Además, se siente mejor haciendo actividades para no pensar en los problemas, a manera de distracción. Tampoco recibe el reconocimiento, el afecto o la consideración suficientes. Se espera de ella que “rinda” todo el tiempo, como si no tuviera necesidades, o como si fuera más fuerte que el resto y pudiera aguantarlo todo. Hay personas que llevan a cuestas más responsabilidades que otras.
Los primeros síntomas del agotamiento se van a ir manifestando. Antes de que aparezca el agotamiento emocional propiamente dicho, se presentan algunos indicios que lo anuncian. Se trata de señales a las que, por lo general, no se les da mucha importancia. Si conocemos esos síntomas, podríamos tomar medidas a tiempo.
Los síntomas iniciales del agotamiento emocional son:
-Cansancio físico. La persona se siente fatigada con frecuencia. Desde que abre los ojos experimenta como si fuera excesivamente arduo, pesado lo que le espera en el día.
- Se presenta el insomnio. Por contradictorio que parezca, una persona con agotamiento emocional tiene dificultades para dormir. Siempre tiene problemas pequeños o grandes, pero no logran relajarse y las preocupaciones le dan vueltas en la cabeza y hacen que sea difícil conciliar el sueño.
- Se muestran irritables. Hay molestia y pérdida del autocontrol, con cierta frecuencia. La persona agotada se ve de mal humor, sube su tono de voz, su expresión facial es adusta y es demasiado sensible a cualquier crítica o gesto de desaprobación reaccionando con enojo.
- Desmotivación. Quien sufre de agotamiento emocional comienza a actuar mecánicamente. Como si estuviera obligado a hacer lo que hace todo el tiempo. No siente entusiasmo, ni interés por sus actividades. Hacen sus rutinas en automático y les parece intrascendente e inútil su trabajo.
- Aplanamiento afectivo. Las emociones comienzan a ser cada vez más planas y distantes. Como si en realidad no sintiera emociones o interés por los demás.
- Suelen ser desmemoriados. Hay olvidos frecuentes. La saturación de información da lugar a fallas en la memoria. Se olvidan con facilidad las pequeñas cosas, o se confunden de actividades y actúan con automatismos.
-Dificultades para pensar con claridad. La persona siente que se confunde con facilidad, se aturde. Cada actividad que efectúa, le implica un mayor gasto de tiempo que antes. Se razona lentamente.
La mejor manera de superar el agotamiento emocional es, por supuesto, descansando si es por mucho esfuerzo el cansancio. Hay que encontrar tiempo libre para relajarse y estar tranquilos. Las personas que se exigen demasiado pasan tiempo sin distraerse o sin tomar vacaciones. Hay que romper las rutinas sin descuidar las medidas sanitarias. Si no actuamos para combatir este agotamiento emocional, tarde o temprano solo conduce a una mayor fatiga. Así que una buena idea es tomarse unos cuantos días para dedicarlos al descanso y/o hacer actividades diferentes.
Otra solución es la de trabajar o estudiar con una actitud diferente pues es parte de nuestra vida el actuar y enfrentar las obligaciones diarias. Cada jornada debe incluir tiempos para dedicarlos a los compromisos según la actividad que cada quien realice y también darse tiempos para descansar y realizar actividades que resulten gratificantes. Hay que dejar de lado las obsesiones de perfección o de cumplimiento, hay que entender que el coronavirus nos mantiene en aislacionismo y además nos imposibilita una vida como la que llevábamos antes y considerábamos normal.
Debemos sensibilizarnos frente a nosotros mismos. Para esto, nada mejor que dedicar un rato al día para estar a solas. Respirar, reconectarnos con lo que somos y lo que deseamos. Es fundamental desarrollar una actitud de comprensión y bondad con nosotros mismos. De lo contrario, más tarde o más temprano, nos será imposible.
Estamos en un momento crucial donde la salud mental se ha vuelto un arma muy poderosa para librarnos de nuestros pensamientos catastrofistas, agotadores y para acudir a terapia psicológica. Hoy más que nunca requerimos ser escuchados, comprendidos, apoyados y sanados de esa serie de ideas obsesivas, que se convierten en fobias y que son generadoras de ansiedad, estrés y ataques de pánico. Haz catarsis y desahógate con tu terapeuta quien te brindará herramientas psicológicas para el enfrentamiento y la sanación ante esta crisis sanitaria que desencadena ese terrible agotamiento emocional.
PSIC. SARA L. CAMPOS CHAVOLLA
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