2024: Un año de franquicias
Cada una de estas producciones introduce a nuevas generaciones en los universos literarios
- Juan Carlos Brindis
- Enero 27, 2025 - 06:52 a.m.
- ESPECTÁCULOS
Cierra el año y el cine hizo lo suyo: magia pura en forma de historias inolvidables y momentos que conmovieron lo más hondo de mi ser. Con la reseña de Flow como excusa, me encontré revisando las películas más taquilleras de 2024 y algo saltó a la vista automáticamente: la única película que no es una secuela fue Romper el Círculo. Ya sea como parte de un universo expandido, como Deadpool & Wolverine, una continuación directa como Intensamente 2, o un spin-off, como Alien: Romulus, las cintas que más dinero han recaudado forman parte de una franquicia que ya es parte de nuestro imaginario colectivo. Es más fácil alcanzar el éxito comercial si ya tienes una buena primera película que abogue por la calidad de la segunda, ¿no? Tal vez, y siendo más pesimista, la respuesta no sea tan sencilla.
Hoy tenemos, como nunca, un abanico gigantesco de posibilidades para crear un proyecto apoyado en uno previo. Nosferatu, Wicked, Cien años de soledad, Pedro Páramo y Como agua para chocolate, por ejemplo, son un primer síntoma: la literatura alimenta la imaginación cinematográfica. Cada una de estas producciones introduce a nuevas generaciones en los universos literarios de donde provienen, pero sobre todo, reinterpreta historias preconocidas de una forma u otra. A pesar de sus diferencias estilísticas y temáticas —pasando del expresionismo alemán al realismo mágico, de Broadway al naturalismo estéril de Rulfo—, estas historias comparten elementos que resuenan en nuestro ideario con referencias en Bob Esponja, en las clases de literatura de la prepa o hasta en este videoclip de Polo & Pan en el que aparecen fragmentos de El mago de Oz. Todas estas historias están hilvanadas dentro del imaginario colectivo y sacudírselo resulta imposible.
Así como estas historias para la literatura, los ejemplos son tan vastos como uno los desee. El universo expandido de Marvel o DC para los amantes de los cómics; Dune y la ciencia ficción; Fallout, inspirada en un videojuego; Arcane, al mismo tiempo obra maestra indiscutible de la animación y producto audiovisual promocional para el videojuego insignia de los e-sports. ¿La cereza del pastel? Romper el Círculo, aunque no es una secuela, es una adaptación de un best seller. Los amantes de la literatura comercial también son un sector de mercado que la industria audiovisual puede medir, cautivar y explotar.
Y no es para menos. Cada una de estas obras resume el trabajo de incansables bardos y narradores que se dedicaron a perfeccionar el símbolo narrativo desde las llamas de las cavernas en las que, a su calor, nos contábamos historias, hasta que el cada vez más perfectible algoritmo dicta qué funcionará y qué no. Solo hace falta dar un vistazo rápido a Arcane para observar cómo la edición es perfecta, la selección de canciones impecable, y cada uno de los múltiples arcos de sus personajes está tan bien logrado que, más que asombro, da miedo pensar en lo que nos hemos convertido y lo frío que se siente la perfección de cada píxel. Una obra completamente animada y completamente pagada por Riot Games, la compañía más grande del sector de videojuegos, para generar, por supuesto, una serie magna, cautivadora de principio a fin, pero, sobre todo, un comercial para atraer y mantener a las personas jugando el videojuego.
¿En qué momento el incentivo de los bardos o los guionistas dejó de ser la investigación exhaustiva sobre cómo sorprender al espíritu humano, hacerlo reír más fuerte, llorar más amargamente o reflexionar más profundamente sobre sí mismo, para enfocarse en cómo generar más dinero? Que quede claro: el cine tiene el deber de mantener a quienes viven de él, así que más les vale vender a como dé lugar. Pero, ¿no parece extraño que ya el cine parezca más bien el aparato publicitario de otras marcas (recordemos Barbie) en vez de un fin en sí mismo?
Me di un paseo por la misma lista, cambiando décadas para ver qué hacía plata antes. Lógicamente, mientras más antiguo el año, más material original pensado para el cine encontré. Sin embargo, también noté que hay al menos cinco versiones de Drácula y que, cuando no se trata de parodias como Scary Movie, el director tomó la idea de un libro o de una película independiente previa. ¿Qué tal el caso de Funny Games? Es exactamente la misma cinta, solo que actuada en inglés y no en alemán. Vamos, que el cine siempre ha tenido y siempre recogerá lo mejor del espíritu humano en otros campos. El problema es que, mientras más atrás vamos, es más fácil encontrar que las historias que comercialmente tuvieron éxito fueron concebidas directamente para existir en este medio.
Pensemos en Memento, The Truman Show o Eternal Sunshine of the Spotless Mind: historias que costaría mucho imaginar fuera de la sala de cine. Tal vez podrían ser serializadas de manera mediocre, pero tienen una relación tan simbiótica con el lenguaje cinematográfico que arrancarlas de ahí sería igual a aniquilarlas. Este año, en menor medida también demostramos tener otro cine. Tuvimos cintas como All We Imagine as Light y su intrincada historia policultural estelarizada por mujeres que, aun perteneciendo al mismo país, tienen conflictos idiomáticos y culturales. Kinds of Kindness, con su ejercicio extraño y detestable de tres historias "¿cruzadas?" y momentos incómodos, nos recordó que Lanthimos, antes de interesarse en adaptar libros (Poor Things fue primero un libro), era el hijo de un linaje de directores de lo incómodo, regresando su nombre junto al de Von Trier o Haneke y alejándose de los galardones de una academia que, espero, poco o nada le interese. También tuvimos A Different Man, con su humor negro basado en el dolor de una deformidad para revictimizar a una persona que no acepta cómo es. En fin, hubo cosas que no apostaron por la perfección de lo establecido, sino por acotar nuevos horizontes a pesar de la crítica, la industria o el fracaso comercial. Este es el otro cine.
¿No se acerca más lo incomprendido y lo incongruente a la creatividad que la perfección estética y narrativa? ¿Llegará el momento en que aceptemos que el cine que se hace para expandir los límites de su lenguaje tiene más peso que el que parece un subproducto de una marca registrada? ¿Podemos empezar a maravillarnos por la belleza de lo efímero y lo inconcreto en vez de decir "aquí hay un hueco en el guion", "es demasiado lenta" o "no le entendí" como si el entretenimiento y el arte fueran lo mismo? Preguntas para las que me gustaría tener respuestas, pero que solo el transcurso de los años puede ir resolviendo.
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