Tras recuperarse de bronquitis, el Papa Francisco preside celebración de Domingo de Ramos

Señala que hoy en día hay “Cristos abandonados”

Tras haberse recuperado de una bronquitis que lo mantuvo hospitalizado, el Papa Francisco presidió la misa de Domingo de Ramos, ante más de 60 mil feligreses que se dieron cita en la Plaza de San Pedro.

La ceremonia religiosa inició con la tradicional procesión de las palmas, que recuerda la entrada de Jesús a Jerusalén, y que marca el inicio de la Semana Santa.

El Sumo Pontífice fue trasladado desde el obelisco, donde se hizo la procesión de las palmas, hasta el altar, en el papamóvil.

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? El verbo ‘abandonar’ en la Biblia es fuerte; aparece en momentos de extremo dolor: en amores fracasados, negados y traicionados; en hijos rechazados y abortados; en situaciones de repudio, viudez y orfandad; en matrimonios agotados, en exclusiones que privan de vínculos sociales, en la opresión de la injusticia y la soledad de la enfermedad”, explicó.

El jerarca católico agregó que lo hecho por Jesús “no es un espectáculo”, sino que fue el precio que pagó por cada uno de nosotros, además señaló que experimentó el abandono para “no dejarnos rehenes de la desolación y estar a nuestro lado siempre”.

En este contexto, citó que en la actualidad, hay muchos “Cristos abandonados”, entre ellos, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie los escuche, lo que en ocasiones hace que lleguen al suicidio.

“Hoy hay tantos ‘Cristos abandonados’. Hay pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; hay pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes no nos atrevemos a cruzar la mirada; emigrantes que ya no son rostros sino números; presos rechazados, personas catalogadas como problemas. Pero también hay tantos cristos abandonados invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos, enfermos no visitados, discapacitados, ignorados”, abundó.

Por último, exhortó a todos a tener “ojos y corazón” para los abandonados, tras subrayar que “nadie puede ser marginado; nadie puede ser abandonado a su suerte”, puesto que dijo, “las personas rechazadas y excluidas son íconos vivos de Cristo”.