Aporofobia

 

La aporofobia es un término acuñado por Adela Cortina. Se trata de la repugnancia y hostilidad hacia las personas empobrecidas.

 

 

Fue denominada “palabra del año” por la fundación BBVA.

 

 

La desigualdad que vivimos en el país, ha hecho inmensamente ricos a los amigos del presidente e inmensamente pobres a una mayoría de la población que no alcanza a subsistir con un salario mínimo de 80 pesos diarios. La consecuencia de este neoliberalismo inhumano, es que encontremos limosneros, indígenas, niños de la calle, migrantes, pordioseros, cirqueros y un abanico de gente deambulando en todas partes, por unas cuantas monedas. Los centros comerciales, cines y lugares turísticos se han blindado prohibiendo y expulsando de sus instalaciones a todo mendigo.

 

 

 

 

Conviene conocer y legislar como lo están haciendo los españoles en torno a la aporofobia. El CONAPRED en México monitorea y sanciona las conductas discriminatorias y racista, pero sin un marco legal adecuado, seguirán atropellando la dignidad de las personas en situación de pobreza y desamparo.

 

 

La sociedad que conformamos la frontera sur de México, miramos con desdén durante el día, el fluir de cientos de migrantes hondureños y de otras nacionalidades, transitar por los cruceros, terminales de autobuses y por las calles, con sus rostros morenos, hastiados de sol y de cansancio. El flujo aumenta por las noches cuando tras las sombras buscan no ser vistos por las autoridades migratorias, que por desgracia también los asaltan, violan y secuestran.

 

 

Ya tenemos la palabra, lo que los define. Nos falta el coraje de hacer algo para que ninguna persona sea discriminada por su condición de pobreza.

 

 

En los hospitales públicos las mujeres dan a luz a las puertas y en la calle. En los privados ni siquiera pueden entrar. Eso también es aporofobia.

 

 

Andamos con los cristales de los autos por encima y las bardas son cada vez más altas, las cámaras de seguridad se multiplican, ya no sabemos donde colocar alambres de púas, rejas y cercas. Nos duele reconocerlo, pero detrás de tantas casetas de vigilancia, nos dan miedo los pobres. Tatuados, pobres, migrantes, cargando un niño, con bolsas de plástico y cajas de cartón por velices, homosexuales, lavacoches, boleritos, chiapitas: nos dan pavor. Luego les criminalizamos, les achacamos nuestras fobias, les culpamos del hambre, de la violencia, de vivir bajo los puentes o en las esquinas, de ensuciar la ciudad, de traer nuevas enfermedades, de los asaltos, de tener otras creencias.

 

 

Se hace necesario como en Europa, incluir en la legislación la palabra aporofobia, no sólo para armonizarla con la legislación internacional, en materia de Derechos Humanos e igualdad; sino para proveer las condiciones para que no existan delitos aporofóbicos. Nadie por su condición de pobreza debe ser excluido, ni maltratado o criminalizado. Muy por el contrario, en una sociedad compasiva, el pobre merece un lugar de respeto. Esos que el Papa francisco denomina los “descartados”.

 

 

En la escritura sagrada, el pobre tiene ganado un lugar muy sólido, son los ANAWIN DE YAHVE. Los pobres de Yahvé. Distinguidos en la época judía con una trilogía: el POBRE (materialmente pobre) la viuda (por su condición de desamparo al no tener marido) y el huérfano (el eslabón más débil de una sociedad). La categoría “pobre” es vista antes que la economía clásica y la sociología en el Antiguo y Nuevo Testamento.

 

 

En boca de Jesús recibe cientos de palabras de consuelo, hasta provocar el escándalo de los ricos de su época al llamarlos BIENAVENTURADOS. Pertenece a la literatura universal, la famosa parábola del pobre LAZARO Y el epulón (Lc16,19-31). El rico en sus banquetes (opulento) y el pobre a la puerta de su casa testigo de la desigualdad y muriendo de hambre, “cubierto de llagas”. Una condena implícita al egoísmo y a la falta de compasión con el pobre.

 

 

La aporofobia según Adela Cortina, se constituye en un desafío para la democracia. Si el capitalismo de este sexenio fue considerado como una fábrica de pobres, urge poner las condiciones jurídicas para que éstos no sean doblemente victimizados. Se trata de consolidar los principios de la revolución francesa que dio origen a la civilización moderna: IGUALDAD, LIBERTAD, FRATERNIDAD, magistralmente caracterizados en la novela de “los miserables” de Victor Hugo. Seamos conscientes y compasivos, con aquellas personas que no han podido superar su pobreza.

 

 

Mtro. Roberto Valencia
Filósofo y Teólogo
www.parroquiadesanmarcos.com