¡Viva México! ¡Viva nuestra patria! ¡Vivan los héroes que nos dieron independencia y vivan los que nos dan vida y salud!
Este septiembre recordamos a nuestros héroes independentistas, pero será un septiembre único para la vida de muchos de nosotros. Un septiembre en el que siguen los gritos de dolor y muerte aunque ya no por una lucha armada, ahora se muere por enfermedad, por pandemia. Héroes hay muchos: médicos, enfermeras, químicos, personal que labora en consultorios, clínicas, hospitales y otros que podríamos agregar a la lista.
Algunos nos hemos librado del contagio, otros lo han superado pero muchos han perdido la batalla. Sin embargo, la vida sigue y los mexicanos tenemos historia, y a manera de regocijarnos recordando a los que lograron nuestra independencia, la mente se distrae del coronavirus por un momento para revivir nuestra historia pues nos caracterizamos por ser mexicanos valientes y con mucho amor por nuestra patria. El que ama a su patria, no ama solamente la tierra, los monumentos, los hombres que la habitan; No ama ,sólo objetos que pueden percibirse con los sentidos: ama, por encima de todo eso, el desenvolvimiento que le hace solidario de la serie de generaciones que habitaron ese país, fabricaron esos monumentos y poblaron de recuerdos históricos cada uno de los rincones de esa tierra. ¿Qué es lo que la tierra patria añade al simple concepto de la tierra donde nacimos y nos criamos? El mismo nombre de patria lo dice: añade una relación moral, una relación de pertenencia a los que nos precedieron en la vida, y con sus actos, no sólo dieron origen a nuestra vida física, y a muchos de los objetos de que nos servimos para sustentarla y embellecerla, sino al propio tiempo determinaron las particulares formas de nuestra vida moral, elaborando nuestras ideas, costumbres, leyes e instituciones.
Remontémonos a esos días en los que México logra su independencia.
Los criollos ya sobrepasaban en número a los españoles y resentían la exclusión que se hacía de ellos a la hora de otorgar títulos y cargos públicos.
En un principio los criollos tenían una mayor injerencia en los asuntos de la nueva España pero la independencia de las colonias inglesas de Norteamérica y la invasión napoleónica a España aceleraron los acontecimientos. El 1808, ante la situación de la metrópoli española, el Virrey Iturrigaray aprueba constituir una junta de gobierno autónoma presidida por él mismo, que tomara las decisiones del gobierno virreinal. Al conocer la medida, los comerciantes importantes se organizaron y asaltaron el Palacio, capturaron al Virrey, lo destituyeron y lo enviaron a España e instauraron un régimen leal a España. Sin embargo, la idea de la autonomía se extendió por muchos sectores de la colonia. Un año más tarde en Valladolid se preparaba una conjura para preparar la independencia total de México.
En Valladolid, San Miguel el Grande, Dolores y Querétaro, grupos criollos planeaban levantarse en armas para lograr la independencia de México. El movimiento era apoyado por personajes importantes, como los capitanes Ignacio Allende y Juan Aldama, el cura Miguel Hidalgo, el corregidor Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz. Al descubrirse el plan, Allende e Hidalgo adelantaron la fecha prevista para el levantamiento. En la madrugada del 16 de Septiembre de 1810, Hidalgo llamó a las Armas en el pueblo de Dolores; días después tomó las ciudades de Celaya, Guanajuato y Valladolid, y se dirigió hacia la capital del virreinato. Las fuerzas de Hidalgo derrotaron al ejército realista en el monte de Las Cruces, mas no avanzaron a la ciudad de México pues temían ser cercados. Los insurgentes se retiraron hacia el Bajío, pero fueron alcanzados y derrotados en Aculco. Poco después perdieron las ciudades de Guanajuato y Valladolid y se replegaron hacia Guadalajara. Derrotados nuevamente por Calleja, los jefes del ejército insurgente se dirigieron al norte; a los nueve meses de haberse levantado Allende, Aldama, Jiménez e Hidalgo fueron capturados y ejecutados. A pesar de la muerte de los caudillos, el movimiento insurgente aumentó. En el sur, Morelos y sus lugartenientes dominaban la región de Tierra Caliente. Sitiados por varios meses en Cuautla, lograron evadir el cerco y tomaron las ciudades de Oaxaca, Tehuacán y el Puerto de Acapulco. En 1813, Morelos convocó a un congreso en Chilpancingo; en él se declaró a México República Independiente y la igualdad de derechos para todos los mexicanos. Félix Calleja, el nuevo virrey, lanzó en ese año una gran ofensiva en contra de los insurgentes quienes derrotados en varios frentes, se refugiaron en Apatzingán. Ahí decretaron la primera Constitución del país. En 1815, Morelos fue capturado y fusilado en San Cristóbal Ecatepec.
Consumación de la independencia.
Después de la muerte de Morelos, la insurgencia se disolvió en numerosas guerrillas rurales. El acoso de las tropas realistas y el indulto ofrecido por el virrey Apodaca lograron que alguno de los jefes insurgentes dejaran la lucha. Ignacio Rayón, Nicolás Bravo y Manuel Mier y Terán, fueron capturados; Guadalupe Victoria desapareció en la selva veracruzana. Solamente en el sur del país la lucha se sostuvo por la voluntad de Vicente Guerrero. En 1820 el rey de España, Fernando VII, aceptó la Constitución de Cádiz, la cual limitaba su poder, consagraba la libertad de imprenta y los derechos del individuo. Los mismos peninsulares que habían combatido a los insurgentes se reunieron entonces en la iglesia de la Profesa, para lograr la independencia de México y así evitar que la nueva Constitución se implantara en la Nueva España. Dirigidos por el canónigo Matías de Monteagudo, el grupo de la Profesa logró que Apodaca nombrara a uno de sus miembros Agustín de Iturbide, comandante del ejército del sur, con la consigna de acabar con Guerrero. En vez de combatirlo Iturbide lanzó el Plan de Iguala, que declaró a México país independiente, católico, hogar de peninsulares, criollos, indios y negros por igual. De la unión de las fuerzas de Guerrero e Iturbide surgió el Ejército Trigarante que rápidamente se apoderó de la Nueva España. Apodaca fue destituido por su propia guarnición y regresó a España. El nuevo virrey, Don Juan de O' Donojú, sólo llegó de España para firmar los Tratados de Córdova por los cuales España reconocía la independencia.
El 27 de Septiembre de 1821 Iturbide entró en la Ciudad de México y consumó así la independencia del país. Al año siguiente se proclamó emperador de México con el nombre de Agustín I, lo que provocó el enojo de los antiguos insurgentes porque no se declaró república y se rebelaron contra él. El primer imperio terminó un año después con el exilio de Iturbide.
Después de este recorrido por ese periodo de tiempo, evoquemos las palabras del ilustre Manuel Acuña, quien dedica su poema a HIDALGO:
“Sonaron las campanas de Dolores,
voz de alarma que el cielo estremecía,
y en medio de la noche surgió el día
de augusta libertad con los fulgores.
Temblaron de pavor los opresores
e Hidalgo audaz al porvenir veía,
y la patria, la patria que gemía,
vio sus espinas convertirse en flores.
¡Benditos los recuerdos venerados
de aquellos que cifraron sus desvelos
en morir por sellar la independencia;
aquellos que vencidos, no humillados,
encontraron el paso hasta los cielos
teniendo por camino su conciencia!”.
Psic Sara Leticia Campos Chavolla Av.. Méndez 1110 segundo piso. Torre Médica Tel 9933141178 Cel 9931498830