¿Sabes en qué consiste el “síndrome FOMO”?

 

Es ese temor que se siente a dejar pasar o a perderse algo. FOMO son las iniciales en inglés “fear of missing out”. En psicología se describe como una especie de aprensión de que los demás vivan experiencias gratificantes y uno no las pueda experimentar. Estaríamos hablando de un tipo de ansiedad social que se manifiesta como un deseo de estar continuamente conectado con lo que hacen los demás. Puede representar una preocupación compulsiva para el que se pueda perder la oportunidad de interactuar socialmente en eventos que considera importantes, novedosos o que le aporten algún beneficio. 

Ese sentimiento de estar conectado con los demás ya es una necesidad psicológica, si no se logra el contacto, influye en la salud emocional de las personas puesto que no se satisfacen sus necesidades sociales. Si no se puede lograr la comunicación cara a cara, ahora, con el desarrollo de Internet, las experiencias de conexión se han ampliado, se puede interactuar en las redes sociales lo cual nos ha quedado muy claro ahora con la crisis sanitaria que hemos sufrido por la pandemia. 

Otra ventaja de este tipo de interacción por redes es que no representa un alto costo puesto que se convive incluso desde casa y no en lugares donde se tenga que gastar dinero. Pero el peligro de crear una dependencia con el Internet es mayor. Los teléfonos inteligentes y las computadoras nos permiten estar sin problema de horario cada vez más en contacto con la red social y profesional. Este tipo de vida y de actividad en línea, nos lleva a estar verificando compulsivamente las actualizaciones, los estados y los mensajes o correos. 

Tenemos la ventaja de mantenernos al corriente de lo que hacen nuestros congéneres, pero ello puede provocar un problema: el temor que da la sensación de estar perdiéndose esa vivencia agradable o de no gozar de una vida tan magnífica como los demás. Es pues, un miedo a la exclusión social. 

Este tipo ansiedad social se observa más en los jóvenes que en los adultos. Quizá, porque los primeros dan más valor a las redes sociales. Por otra parte, es más frecuente en los chicos que en las chicas, sobre todo, en aquellos que se sienten insatisfechos con su vida. Pueden tener la impresión de que son menos populares y activos que sus amigos virtuales por eso quieren estar al día de todo. No perderse nada. Las redes sociales abastecen a los usuarios de una infinidad de información actualizada, una prestación muy ventajosa, etc. Pero sólo a primera vista, puesto que también presenta un lado oscuro. 

Este síndrome FOMO es antiguo ya que, por lo general, las personas tenemos que decidirnos por una opción a cambio de renunciar a otra. Pero ¿y si la actividad que descartamos resulta más interesante o emocionante que la que hemos elegido? ¿Y si nuestros amigos presumen al día siguiente de haber asistido a «la fiesta del año» y nosotros nos la hemos perdido porque preferíamos ir a otro evento, al parecer, menos divertido? 

La preocupación de que los mejores acontecimientos sucedan sin la propia presencia desasosiega, sobre todo, a los jóvenes. Alrededor de un 40 por ciento de los adolescentes experimenta esa intranquilidad con frecuencia o de vez en cuando. Las generaciones más jóvenes otorgan más valor a las redes sociales. De hecho, plataformas como Facebook, Instagram y Twitter favorecen el miedo a quedarse atrás. Precisamente, la función principal de tales aplicaciones consiste en facilitar al usuario el contacto con sus compañeros y amigos, ponerse al día recíprocamente y participar en la vida de los demás. También si se encuentra a largas distancias. 

Las redes sociales exhiben una abrumadora cantidad de fotografías, mensajes y avisos. Prestaciones técnicas que permiten que siempre emerjan nuevos contenidos. Ello convierte a la abundancia de información en un arma de doble filo. El tiempo de vida es limitado, por lo que, inevitablemente, siempre nos perderemos acontecimientos formidables. Ello puede causar la impresión de que, comparada con la de los demás, la propia vida no se vive tan satisfactoriamente. 

Estás pasando historias desenfrenadamente en Instagram desde hace varios minutos, hasta que de pronto, una te llama la atención y te detienes. Tu amiga del gimnasio está en un bar, con otras chicas. Todas tienen un trago en la mano, sonríen alegremente, sacan la lengua y posan de varias formas. En ese instante pasas a estar muy consciente de que es sábado por la noche y estás envuelta en una frazada en tu cama, eligiendo qué película mirar. Y pasaste en ese lugar la mayor cantidad de horas del día. Te sientes mal. Te hubiera gustado haber salido y estar pasándola tan bien como ellas.  

El exceso de horas que pasamos navegando en las redes sociales nos otorga cierta sensación de pertenencia. Nos sentimos conectados unos a otros. Ese sentimiento fue clave, por ejemplo, cuando comenzó la cuarentena a raíz de la pandemia del COVID-19. En Instagram podíamos ver qué tanto los artistas, así como nosotros, estábamos viviendo una realidad similar. Independientemente de las diferencias contextuales, la mayoría estábamos encerrados. Y nuestros amigos y conocidos, también. Se experimentaba cierto confort en saber que “estábamos todos en la misma”.  

Se quiebra esa sensación de conexión y aparece el FOMO cuando de pronto tal artista dejó de transmitir en vivo. Cuando nuestros conocidos se juntaron a cocinar ravioles con salsa y los mostraron orgullosos en los estados de WhatsApp. Cuando nuestros primos fueron a tomar un café y publicaron la foto de sus vasos con el nombre. Cuando todo eso ocurría y nosotros, en lugar de protagonistas, éramos tan solo espectadores a través de nuestro celular. Cuanto mayor tiempo pase uno en las redes sociales, mayor riesgo hay a experimentar el FOMO en algún momento. Queremos mostrarle al mundo que, efectivamente, no nos estamos quedando afuera de nada. ¿Cómo es eso? Publicamos fotos de cada cosa interesante que estamos haciendo. De cada plato gourmet que comemos. De cada lugar lindo que visitamos. Es una forma de hacerle saber a todos que no somos esa persona que estuvo todo el día acostado en su cama. Queremos que sepan que somos personas con una vida interesante y que, lejos de sentir FOMO, nuestras actividades son tan atractivas que le puedan generar FOMO a los demás. Cuántas cosas hacemos sólo para la foto, si no hay una foto, es porque no ocurrió.  

En recitales, eventos, acontecimientos relevantes: siempre la primera fila es de personas filmando con sus celulares. Eligiendo compartir con los demás antes que disfrutar el momento a solas. ¿Y cuál es el motivo detrás de esto? ¿Podría ser la necesidad de aparentar que tenemos una vida interesante? ¿Podría ser el de demostrar que estamos lejos de ser víctimas del FOMO? ¿Podría ser el de, en contrapartida, provocarle FOMO a los demás? O puede ser una combinación de todas ellas. Pero lo que es importante recordar para todos aquellos que hemos sentido este miedo alguna vez, es que la vida de nadie es un recuadro del tamaño de una foto. Ese es tan sólo un fragmento de una realidad que desconocemos, con un detrás de escena que jamás vimos ni veremos. Sólo teniendo esto presente cada vez que naveguemos por las redes sociales, evitaremos sufrir de ansiedad. Tengamos cuidado porque finalmente, es un tipo de dependencia psicológica. 

Psic. Sara L. Campos Chavolla. Consultorio Torre Médica Av. Méndez 1110 Segundo Piso. Tel 9933141178 y Cel 9931498830