La pandemia adelantó 5 años el uso de la tecnología virtual educativa y representa un reto para muchos maestros

Foto: lanacion.com.ar

 

Nos toca vivir increíblemente un período de cambio a nivel mundial, en el que para muchos, el futuro se presenta incierto: cambian las necesidades de la población, la situación internacional es otra, aparecen nuevas reglas de juego y se modifican los métodos de las instituciones educativas. La forma de impartir clase ahora es virtual, en línea.  Alumnos y maestros se tienen que adecuar. Cierto grupo de estudiantes ya estaba familiarizado, sobre todo en niveles de educación superior. Los sistemas educativos no se mantienen inertes, se han iniciado procesos de reformas y transformaciones, derivados de la crisis de salud mundial que vivimos a raíz de la pandemia que nos azota por el Coronavirus (COVID-2019).

Estamos a la expectativa de que se alcancen niveles satisfactorios de calidad de las demandas educativas contempladas en el sistema tradicional anterior  a la contingencia.  El funcionamiento óptimo de los sistemas educacionales se convierte en una prioridad de los países para garantizar la preparación de ciudadanos para sobrevivir en sociedades complejas y demandantes de personal capacitado.

El maestro debe fomentar la creatividad y la innovación, lo opuesto sería la monotonía estereotipada y se limita el despliegue de sus potencialidades. El profesor debe adoptar diferentes decisiones que transitan desde estimular el aprendizaje de un currículo y complementar procederes para mantener la disciplina fuera de un salón de clase, desde su casa y buscar soluciones ante la carencia de recursos materiales de los alumnos.

La posición de poder que ocupa el maestro en el salón de clase, le genera seguridad, pues desempeña el rol de poseedor de todo el saber, no se toma en cuenta a los estudiantes  quienes también tienen conocimientos individuales y la conjugación de todos facilita la construcción del conocimiento. Sin embargo, las estructuras organizativas en las escuelas tienden a ser semejantes. Esta situación, se puede dar en mayor medida si ahora el maestro da instrucciones, deja tareas y trabajos a larga distancia, en línea sin su supervisión directa. Aún cuando los profesores declaran que, los objetivos de enseñanza que se proponen, incluyen ciertos niveles de ejercicio intelectual, en la práctica, lo que se demanda de los alumnos son respuestas memorísticas, siendo éstas el contenido básico de la interrelación profesor-alumno.

Los alumnos que no sigan correctamente este nuevo esquema, serán evaluados y pudiera  generar angustia cuando no tienen los resultados necesarios para asumir la situación solicitada y existe el temor del maestro de perder autoridad si es demasiado tolerante; o a ser catalogado de tiránico si impone un castigo excesivo y no se muestra comprensivo ante la improvisación de un formato diferente, sin preparación previa para muchos estudiantes.  Sin embargo, estas mismas ansiedades son experimentadas también por un maestro aún con experiencia, sólo que este acude a su madurez y su superioridad en conocimientos, lo que le da cierta seguridad. Y no es que aboguemos por el caos, la indisciplina, el desorden. Entendemos que como en toda relación humana debe establecerse límites que clarifiquen que es lo que se puede o qué es lo prohibido, el alumno debe reafirmar su identidad y estar en mejores condiciones de aprendizaje,  participar en la construcción del conocimiento junto a su maestro y al resto del grupo lo que implica el intercambio de ideas y opiniones aún fuera del aula.  Si facilita el intercambio, es porque lo comprenderá como un momento necesario del trabajo conjunto y ese maestro como agente reflexivo será capaz de imaginar soluciones y de decidir en forma práctica lo que conviene en esta difícil situación para él y para los alumnos.  En estos tiempos de cambio, la figura del profesor alcanza mayor importancia que en épocas regulares. Se le reconoce como artífice y protagonista en la introducción a  la instrucción.  En consecuencia con ello, se le otorga más importancia a su capacidad creativa y de enfrentarse a situaciones inesperadas con soluciones de efectividad para el proceso.

Estas reflexiones nos  pueden llevar a calificar y a valorar a  la inmensa población que integra esta comunidad de profesionales de la educación y que se destacan por su quehacer casi anónimo formando generaciones tras generaciones a los hombres que se incorporan a la producción, los servicios, la ciencia y técnica en la sociedad. No obstante, siguen existiendo profesores que no responden a las demandas sociales y oscurecen la imagen profesional. La escuela tiene una imagen como institución que alcanza resultados efectivos. Se esperan niveles de aprendizaje alto en los estudiantes y las dificultades para adquirir las habilidades necesarias para insertarse en un mundo cada vez mas cambiante, se deben solventar.

Hemos escuchado que empleando diferentes técnicas abiertas grupales,  los resultados arrojan desinterés y aburrimiento en muchos menores y es un problema,  pues están acostumbrados a la presencia de un maestro o de varios desde hace mucho tiempo.  El común denominador de estas expresiones es la falta de motivación por aprender. Los estudiantes no se sienten invitados a participar en la aventura de aprender para vivir mejor. "El aburrimiento en la escuela es la preparación para el aburrimiento en el trabajo".  Todo ello puede ser consecuencia de un aprendizaje  pasivo en el modo de aprender y no encuentran las vías para inculcar los valores morales que demanda la sociedad actual. Esta impresión de fracaso de la escuela, pudiera explicarse porque el criterio de éxito escolar no siempre se corresponde con el éxito profesional, ni con la realización personal de los estudiantes, ni si quiera es la totalidad de los estudiantes los que alcanzan éxitos académicos.

Son pocas las clases que motivan realmente a los alumnos a aprender... y el que no tengan oportunidad de tomar decisiones reduce el interés y el tiempo que se dedica a aprender.

No existen suficientes mecanismos para evaluar si el conocimiento adquirido por los alumnos es realmente útil en la vida diaria, ni si preparan a los alumnos para ser más selectivos en relación a lo que ellos desean aprender. Los alumnos tienen pocas oportunidades para desarrollar el pensamiento autónomo. Quizás haya maestros que piensan haber desempeñado bien su trabajo, con independencia de que sus alumnos hayan aprendido o no.  Ello nos sugiere la necesidad de atraer la atención de los alumnos y convocarles a ser protagonistas de su formación, mediante acuerdos establecidos con ellos acerca de lo que realmente es significativo para sus aprendizajes en el contexto escolar.

Regularmente las características esperadas de el profesor son: autenticidad, madurez emocional, buen carácter y sano sentido de la vida; comprensión de sí mismo, capacidad empática, inteligencia y rapidez mental, cultural y social; estabilidad emocional, confianza en los demás, inquietud cultural y amplios intereses; liderazgo, experiencia en las condiciones de vida en el aula, conocimientos de las condiciones y circunstancias económicas, sociales y laborales del momento. Necesidad y compromiso deontológico respeto de la libertad del alumno y su intimidad. Tener adecuadas expectativas sobre el grupo, y sobre los alumnos.

Diversos estudios demuestran que la actitud de los profesores hacia los alumnos es:

a) De apego hacia los alumnos de buen rendimiento y buena conducta. b) De indiferencia hacia los alumnos pasivos que no se destacan c) De preocupación hacia los alumnos que rinden poco.

Este listado de características evidencia la sobre exigencia del rol del maestro y lo inalcanzable que resulta para maestro (a) en el quehacer profesional. Ser maestro no es fácil, pero con vocación no resulta difícil. El maestro dispuesto a aprender podrá sortear estos retos en los que la pandemia nos puso, pues provocó un adelanto en el uso de la tecnología virtual contemplado para 5 años posteriores.

Psic. Sara L. Campos  Ch  Consulta por videollamadas 9931498830