Bailes prohibidos. Imposición ¿para educar?

Bailes prohibidos. Imposición ¿para educar?
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La música, además de ser compañera permanente del ser humano, ahora es tema y noticia en nuestro estado, pues desde el mismo Congreso tabasqueño se ha realizado la propuesta de prohibir el reggaetón en las escuelas, lo cual ha generado diversas opiniones.


Los que están a favor de la iniciativa, coinciden en señalar que a nadie le da gusto ver a su hijo, gozando una melodía cuyo mensaje es misógino, promiscuo, libertino o denigrante, por lo menos.

Otras voces intentan ser más amplias, y consideran que la prohibición, no sólo debe ser al reggaetón, sino a cualquier ritmo que pudiese generar movimientos sensuales o sexuales en los menores.

Y es que el tema no es fácil querido lector, pues con toda prohibición viene la censura, la cual no es muy bien vista cuando surge desde el estado, y menos en sistemas democráticos como el nuestro. Pareciera que la historia ha establecido un vínculo especial entre prohibición y censura que no siempre ha terminado con final feliz, quizás por eso la invitación a la cautela y a la reflexión.

Es innegable que se pretende proteger a nuestros pequeños, a nuestros menores, lo cual sobrepasa cualquier iniciativa, es un imperativo constitucional y una máxima internacional que permea en el orden jurídico nacional a través del efecto directo del interés superior de los menores, pero valioso es analizar y retomar ejemplos y análisis anteriores.

Como las críticas que por esas mismas razones realizó en meses pasados el laureado compositor, cantante, productor y arreglista Raúl Alejandro Escajadillo Peña, mejor conocido como Aleks Syntek, quien en más de una ocasión ha señalado con dedo de hierro su inconformidad con la música reggaetón, sus mensajes, sus videos, y la libre difusión que se ha realiza en todo tipo de lugares familiares, y a cualquier hora, de temas que hacen ruborizar al más liberal.

Desde esta columna hemos reflexionado sobre el tema, y gracias al programa de radio LA MÁQUINA DEL TIEMPO, puedo afirmarle que bailar, y la manera en la cual movemos nuestros cuerpos al ritmo de la música, siempre ha desafiado en alguna forma, las convenciones sociales vigentes en determinada época.

Y quien crea que la iniciativa y discusión sobre el tema en nuestro Congreso es algo novedoso, debe considerar que hace 463 años, danzar por placer en Europa y en América, ha estado acompañado de una larga historia de incomprensión y reprobación, llevando eventualmente a la prohibición de muchos bailes por considerarse moralmente perjudicial.

Incluso existen algunos escritos clásicos y del cristianismo temprano que hablan de la danza como peligrosa y pecaminosa, y más si permitía el contacto físico entre personas de distinto sexo.

Por ello, los bailes de la época eran en ronda, pero con el paso del tiempo fue inevitable que el baile de parejas terminara imponiéndose.

Por ejemplo, en el año 1556, era común en las cortes francesas e inglesas realizar bailes colectivos, pero la llamada “VOLTA” escandalizó a todos en la época, pues requería contacto cercano de los cuerpos de ambos sexos. Volta, que se traduce como ‘vuelta’, era sólo eso, el hombre empujaba a la mujer hacia delante con su muslo, mientras una mano le agarraba la cintura y la otra iba debajo de su corset, al tiempo que ella brincaba. Podrá usted imaginar el escándalo.

En 1698, la “DANZA DEL COJIN” ruborizó a la sociedad del siglo XVII, pues durante ese baile, los hombres y las mujeres podían seleccionar y besar a sus parejas en la pista de baile. No hace falta ser genio para imaginar las reacciones. Hubo quien afirmó que esa danza indecente y lasciva, era igual al camino al infierno.

Recorriendo momentos donde la sociedad condenó el baile y su música, llegamos a 1816, al famoso “VALS”, el cual en sus inicios, escandalizó a las grandes cortes europeas, pues era costumbre que hombres y mujeres de la época estuvieran solos y juntos, hasta después de casarse, sin embargo, el abrazo íntimo del vals, donde el caballero sostenía en sus brazos a una mujer, girando sus cuerpos a milímetros de distancia y en público, fue totalmente revolucionario. Con el tiempo, hasta la recatada reina Victoria bailó el contagioso ritmo austriaco que de inicio fue mirado con escarnio.

En 1868, no hubo mayor provocación en Europa que la desatada por la aclamada bailarina Finette, quien sacudió a la sociedad de ese tiempo, al bailar por primera vez en un escenario público el “CAN-CAN” levantando sus piernas, exponiendo su ropa interior y sus piernas, generando un shock en la sociedad parisiense.

En 1913, el “TANGO” se inmortalizó al llegar a los grandes salones de baile europeos, sin embargo, voces de la sociedad le calificaron como una danza de vaqueros, proxenetas y prostitutas. La reacción es entendible, al considerar que el Tango, comparado con los valses, la pareja realiza movimientos más apretados, más abruptos y repentinos, y con gran potencial para la improvisación individual, saliendo de lo idílico y romántico del Vals, para llegar a lo rudo y contundente del Tango.

Cuando se creyó que ya se había visto todo, en 1925 se descubrió que no, el famoso ritmo “CHARLESTON” ¡permitía a las mujeres bailar solas! Que si bien ahora suena a un tema de igualdad, no lo era en esa época. El Charleston, derivado del Jazz, nació en la música y danzas de descendientes de esclavos en Carolina del Sur, y adoptado por todo el racista pueblo americano, como sucedería los siguientes cien años.

La década siguiente, en los años 30’s surgió un ritmo llamado “JITTERBUG”, que los americanos exportaron durante la segunda guerra mundial, que estaba basado en la danza afroamericana conocida como lindy-pop. En este baile, las parejas hacían pasos y piruetas energéticas improvisadas que incluían a hombres levantando a mujeres, quienes bailaban en falda, lo que permitía ver su ropa interior. Se le calificó de desagradable y denigrante, es incluso Dan Gilbert en su libro “La herencia del infierno”, señaló que ese baile había sido concebido en el infierno y parido en un prostíbulo, estableciendo desde ahí su dominio inmoral. Una versión “light” de ese baile fue el “JIVE” el cual sí fue aceptado en los salones de baile.

En los 50’s, tuvimos a los famosos “rebeldes sin causa”, y la enorme condena social que en su momento se realizó contra el “ROCK AND ROLL”, el cual se prohibió en radiodifusoras, escuelas, bailes sociales, quedando marginado prácticamente a la clandestinidad, desde donde por insistencia de los jóvenes terminó siendo bandera cultural en todo el mundo.

En los 60’s, el famoso “TWIST” volvió a prender las alarmas de lo socialmente correcto, y se le calificó en sus inicios de vulgar, obsceno, criticándose mucho la rotación de caderas, que se podía bailar sin pareja, y tener sus raíces en la cultura afroamericana. El gran músico Chubby Checker una vez dijo que para bailar el Twist, era necesario pretender que “te estás limpiando la cola con una toalla cuando sales de bañarte, y apagando un cigarrillo con ambos pies”.

En los 70’s, en los grandes conciertos masivos y populares, era normal ver a la juventud bailar con los torsos desnudos, hombres y mujeres, usando el tema de la sexualidad como una vía de protesta a los cánones culturales de la época, usando sus cuerpos para combatir cualquier intento de regulación sobre su libre derecho a disponer de su libertad, incluida en ella, su sexualidad.

A finales de la década de los ochentas, surge el llamado “Baile Prohibido”, conocido como “LAMBADA” originaria de Brasil y que con su pegajoso ritmo inundó el mundo entero. En este baile, las caderas de los danzantes se presionaban intencionalmente mientras el cuerpo giraba, llevando a otro nivel el contacto físico en un baile. Fue tan criticado, que el mismo presidente Getulio Varga lo prohibió, totalmente horrorizado de su inmoralidad. Ya le cuento que de nada sirvió la prohibición. Al final fue un éxito total en ventas y hasta películas se hicieron para mostrar el exótico ritmo.

En el año 2013, de nuevo en Estados Unidos, surge el “TWERKING”, de origen Africano, y se caracteriza por realizar las mujeres movimientos de caderas rápidos, definidos y estructurados con los glúteos, lo cual fue una bomba mediática gracias a las redes sociales. Artistas como Rihanna o Miley Cyrus lo popularizaron en la juventud, y el efecto fue demoledor. Padres sorprendiendo a sus hijas grabándose con el celular haciendo esos movimientos eróticos, y miles de videos de jovencitas mostrando sus habilidades para igualar hasta los movimientos más difíciles se volvieron tema de conversación en todas las esferas sociales.

Ahora, en este año 2019, tenemos la discusión del reggaetón y sus efectos en la sociedad, y si bien existen reglas escolares, normas morales, y leyes del estado que regulan el tema, parece no ser suficiente, surgiendo la conciencia que, al final del día, somos responsables de lo que escuchamos, como lo hacemos, donde lo hacemos, y a quienes influenciamos.

Después de este breve análisis histórico musical, surgen las preguntas ¿Es realmente la prohibición el mejor camino? ¿Dónde está la opinión de las asociaciones educativas? ¿Y la de los padres de familia? ¿Y la de las instituciones del estado? ¿Y los derechos humanos? ¿Y la libertad de expresión? ¿Y que opinan los jóvenes? ¿Y los psicólogos? ¿Y el área encargada del Desarrollo Integral de la Familia? Estoy seguro que mucho que decir tienen al respecto.

Como se puede apreciar, aún tenemos un largo camino por recorrer, es prioritario encontrar las vías expeditas y sin demora, que nos permita proteger a nuestros niños de todo aquello que pueda ser contrario a su sana y libre formación, y terminar de comprender que no sirve de mucho prohibir determinada conducta, si luego el niño o la niña, al llegar a casa, encuentra a sus papás cantando el estribillo del reggaetón de moda.

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