El canto del gallo y la dignidad humana

El canto del gallo y la dignidad humana
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El renacimiento tuvo una de sus grandes luces en Giovanni Pico, de la “mirándola”, Región de Ferrara Italia (1463-1494). Merece la pena releer su grandioso discurso sobre la dignidad humana, en el contexto de un mundo que agoniza de crueldad, antipatía por el humanismo e indiferencia al sufrimiento ajeno. El hombre se ha convertido en un cascajo, pedazos de carne que puede ser vendido, pisoteado, ultrajado, desmembrado y todavía mancillada su memoria. Linchamientos, matanzas colectivas, el drama de la migración, fosas enormes de restos humanos sin nombre, tráileres cargados de cadáveres sin rumbo, sin responsables, sin dolientes, una bofetada a Dios… En medio de un mundo altamente tecnificado, en la alborada del desarrollo y de grandes descubrimientos como la clonación y las modificaciones genéticas, conviene retomar la “actitud” de Giovanni Pico: poner en alto con todos los medios de su época, el valor, la esencia, la raíz, el núcleo, el fundamento de la DIGNIDAD HUMANA.

Algunos aspectos notables son:


a. El hombre con LIBRE ALBEDRÍO, es el centro del mundo.

El filósofo y teólogo, medita sobre la ubicación del hombre en el planeta. “Dios puso en el centro al hombre del mundo” y le habló de esta manera:

Oh Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni un aspecto propio, ni una prerrogativa peculiar con el fin de que poseas el lugar, el aspecto y la prerrogativa que conscientemente elijas y que de acuerdo con tu intención obtengas y conserves. La naturaleza definida de los otros seres está constreñida por las precisas leyes por mí prescritas. Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te he consignado. Te he puesto en el centro del mundo para que más cómodamente observes cuanto en él existe”.

b. El hombre, eterno elector.

“El hombre puede elegir entre crecer en virtud y ciencia, elevándose a la dignidad de los ángeles o convertirse en bestia, dejándose dominar por el vientre o los vicios: El hombre es “árbitro y soberano artífice de si mismo”, que puede “plasmarse en la obra que prefiera… Podrá degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrá regenerarse, según su ánimo, en las realidades superiores que son divinas”.

c. El hombre, Camaleón. Estructura dinámica.



Según Pico della Mirandola, el hombre tiene la capacidad de adecuarse, adaptarse, modificar su entorno, convirtiéndose así, en el ser más extraordinario de todas las especies del planeta. Se adelanta siglos a la antropología filosófica, colocando al humano, como una “estructura dinámica”:

“¿Quién no admirará a este camaleón nuestro? O, más bien, ¿quién admirará más cualquier otra cosa?” El hombre está dotado de una suerte de inteligencia espiritual, que le permite acercarse a lo divino o degradarse en lo inhumano.

Por esta razón el persa Euanthes, allí donde expone la teología caldea, escribe: “El hombre no tiene una propia imagen nativa, sino muchas extrañas y adventicias”. Esto es, el hombre es animal de naturaleza varia, multiforme y cambiante”.

d. El hombre, Dios.

Coherente con la edad media, la cual supera con esta visión sobre el hombre; lo contempla como un ser creado por una entidad divina. Retoma así la visión judeocristiana y aristotélica dándoles un avance: es también Dios. Esto deriva en una tensión dinámica, es decir, la misión terrena del hombre es elevarse mediante las virtudes a las cumbres celestiales, a los campos Eliseos y no al inframundo, al hades, la eterna ignominia. Como ser proveniente de la luz, debe hacerse luz:

“Mejor que se repita acerca de nosotros el dicho del profeta Asaf: “Ustedes son dioses, hijos todos del Altísimo”. Invada nuestro ánimo una sacra ambición de no saciarnos con las cosas mediocres, sino de anhelar las más altas, de esforzamos por alcanzarlas con todas nuestras energías, dado que, con quererlo, podremos. Desdeñemos las cosas terrenas, despreciemos las astrales y, abandonando todo lo mundano, volemos a la sede ultra mundana, cerca del pináculo de Dios”.

e. Filosofía, Filosofía Moral, Filosofía Natural, Hermenéutica y Teología.

“Sin duda, oh Padres, múltiple es la discordia en nosotros; tenemos graves luchas internas peores que las guerras civiles. Si queremos huir de ellas, si queremos obtener esa paz que nos lleva a lo alto entre los elegidos del Señor, sólo la filosofía moral podrá tranquilizarlas y componerlas.

La filosofía natural tranquilizará los conflictos de la opinión y las disensiones que trabajan, dividen y laceran de diversos modos el alma inquieta… Por eso no puede damos verdadera quietud y paz estable, don y privilegio, en cambio, de su señora, la santísima teología. Ésta nos mostrará la vía hacia la paz y nos servirá de guía, y la paz viendo de lejos que nos aproximamos, “Vengan a mí”, gritará, “ustedes que están cansados, vengan y los restauraré, vengan a mí y les daré la paz que el mundo y la naturaleza no puede darles”.

f. El canto del gallo: la inteligencia ESPIRITUAL.

En efecto, aquel medén agan, esto es, “nada con exceso”, prescribe rectamente la norma y la regla de toda virtud según el criterio del justo medio, del cual trata la moral. Y el famoso gnothi seautón, esto es, “conócete a ti mismo”, incita y exhorta al conocimiento de toda la naturaleza, de la cual el hombre es intersticio y como connubio. Quien, en efecto, se conoce a sí mismo, todo en sí mismo conoce, como ha escrito primero Zoroastro y después Platón en Alcibíades. Finalmente, iluminados en tal conocimiento por la filosofía natural, próximos ahora a Dios y pronunciando el saludo teológico Él, esto es, Tú eres, llamaremos al verdadero Apolo familiar y alegremente.

… Nos aconsejará, en fin, “alimentar el gallo”, de saciar con el alimento y la celeste ambrosía de las cosas divinas la parte divina de nuestra alma. Es éste el gallo cuyo aspecto teme y respeta el león, esto es toda potestad terrena. Es éste el gallo al cual según Job fue dada la inteligencia. Al canto de este gallo se orienta el hombre extraviado. Este es el gallo que canta cada día al alba, cuando los astros matutinos alaban al Señor. Este es el gallo que Sócrates moribundo, en el momento en que esperaba reunir lo divino de su alma con la divinidad del Todo y ya lejos del peligro de enfermedad corpórea, dijo ser deudor a Esculapio, o sea, el médico de las almas”.

No olvidemos que el gallo canta tres veces cuando Pedro se arrepiente y estalla en llanto, suma inteligencia espiritual, es pues, el arrepentimiento de corazón.

g. El alma humana.


El centro de todo el discurso de la DIGNIDAD HUMANA, finalmente, está en un concepto netamente espiritual. La visión del “alma” que nos ofrece en el S. XVII Pico della, Mirándola es excelsa, sublime. Carece sí, del realismo del hombre reincidente en el pecado, porque supone de acuerdo a la época, que el hombre quiere y desea, salvar su alma. Cosa que hoy queda en segundo plano en una sociedad que busca solamente vivir el presente, gozar en esta vida, dando rienda suelta al vientre y el hedonismo placentero.

“Escriben los intérpretes caldeos que fue sentencia de Zoroastro que el alma era alada y que, al caérseles las alas, se precipita al cuerpo y vuelve a volar al cielo cuando de nuevo le crecen. Habiéndole preguntado los discípulos de qué modo podrían volver al alma apta para el vuelo, con las alas bien emplumadas, respondió: “Rociar las alas con las aguas de la vida”. Y habiéndole preguntado a su vez dónde podrían alcanzar estas aguas, les respondió, según su costumbre, con una parábola: “El paraíso de Dios está bañado e irrigado por cuatro ríos: alcancen allí las aguas salvadoras”. El nombre del río que corre en el Septentrión se dice Pischon, que significa justicia; el del ocaso tiene por nombre Dichon, vale decir, expiación; el de oriente se llama Chiddekel, y quiere decir luz, y el que corre, en fin, a mediodía, se llama Perath, y se puede interpretar fe. Fíjense, oh padres, y consideren con atención el significado de estos dogmas de Zoroastro”.

h. Hombre, luz de Luz.

Pico della Mirandola, pensaba en consonancia con el evangelio joánico, que estamos en una batalla continua entre luz y tinieblas, pero la inteligencia espiritual propia del hombre, lo capacitaba para tal combate:

“Estos son, acaso, los conocimientos matutinos, meridianos y vespertinos cantados primero por David y después explicados más ampliamente por Agustín. Esta es la luz esplendente que inflama directa a los Serafines y que al par ilumina a los Querubines. Esta es la razón a que siempre tendía el padre Abraham. Este es el lugar donde, según la enseñanza de los cabalistas y los moros, no hay sitio para los espíritus inmundos”.

Pico della Mirandola, se convirtió en la referencia obligada de un humanismo cristiano en el renacimiento. Su discurso, abre el telón a la más ambiciosa obra a la que puede aspirar un filósofo pretendiendo refutar 900 tesis para unificar las tradiciones culturales de la época. Se antoja ecléctica, pero necesaria. En un mundo semejante en la efervescencia de tesis nuevas, es indispensable recuperar el espíritu que no buscó sino comprender y explicar la complejidad de la naturaleza, el hombre y su Dios.

Cinco siglos después, la dignidad humana es referida hoy con la filosofía de los Derechos Humanos. Son la nueva dignidad. Consecuencia de nuestra autonomía, se comprende al hombre como un fin, no como un medio. No tenemos precio, porque no somos cosas, ni objetos. Todos tenemos dignidad, la dignidad humana. Experimentémosla y ejerzámosla.


Mtro. Roberto Valencia
Filósofo y Teólogo
www.parroquiadesanmarcos.com



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